La naquez aflora; la soberbia tambien - Parte2 - Articulo de Felix Hernández García

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La naquez aflora; la soberbia tambien - Articulo de Felix Hernández García (Leer el articulo anterior).

Naques2

La naquez aflora; la soberbia tambien #2

Todavía desconcertados por la actitud agresiva del tendero y algunas tentativas realmente angustiosas para responder a su pregunta, con voz de fumador empedernido  y como si en aquel momento tuviera la garganta llena de mosquitos conteste: “Queremos medio kilo de tachuelas”.


Se produjo un brevísimo silencio y aquel individuo de pulcros anteojos, bata blanca  y cabello gris rugió nuevamente;  pero esta vez con una voz más agresiva y un par de molestos decibelios más alta: Habla más fuerte “mocoso”; o no te dieron de comer?


El momento se había vuelto casi dramático para nosotros,  que no sabíamos que contestar tras la melindrosa actitud y continuo silbar de aquel sujeto de impresión bipolar que con su proceder parecía culparnos de los roces personales que se habían suscitado entre él y el dueño de la tienda de enfrente; al que de manera irrespetuosa y despectiva  llamaba “El Tepocate”.


Por fin nos armamos de valor y en aquella urgencia imperativa por salir de un momento de “alta tensión” emocional como aquel de aquella tarde, mi primo y yo gritamos  al mismo tiempo como si hubiéramos recibido en el cerebro una fugaz descarga eléctrica: -Queremos medio kilo de tachuelaaasss!!


La reacción de aquel hombre de cara rígida y manías neuróticas no se hiso esperar; no había nada que decir ni explicaciones que dar, simplemente había que salir corriendo. Cuando algo es realmente inocente no hace falta explicar que lo es, y aquella decisión nuestra de levantarle la voz a un adulto y luego salir corriendo de aquel lugar,  fue una inocentada. Una inocentada por parte nuestra; pero también una reacción desmedida por parte de un amigo de mi padre que en ese momento pasaba por ahí y al ver que salimos corriendo y escuchar los gritos descompasados del “guipis” asumió que habíamos robado algo.


Me resultaba absurdo que aquel hombre pulcro de imagen incorruptible que con frecuencia se veía salir de la iglesia y los domingos por la tarde pasaba largas horas conversando de “no sé qué”   con mi padre, me  haya acusado de ladrón sin una prueba. Su intención al parecer; era más que nada  reafirmar su derecho de amistad para con mi padre,  ya que hacía varios años pretendía sembrar “a medias” una tierra de riego propiedad de la familia.


El hecho es que aquel día me hice acreedor de  una “mega-tunda” por parte de mi madre quien por razones de vigor moral tomo la palabra de aquel amigo de mi papa como  “verdad irrevocable”.   Yo; desde aquel día, pase los siguientes 50 años debatiendo entre si debía o no contar esta experiencia a personas ajenas a la familia ya que a pesar de todas las explicaciones que se puedan dar, en algunos existe la tendencia por agredir a las víctimas (que con frecuencia son niños)  y defender a los victimarios; hecho enfáticamente palpable en nuestro mal llamado: “TERCER MUNDO”.    J.F.H.G.

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