El Carruaje del Sacerdote de Analco - Mitos y Leyendas de Durango
- Categoría: General
- Publicado: Domingo, 27 Febrero 2022 08:37
- Escrito por Francisco Fernandez Galvez
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- 27 Feb
El Carruaje del Sacerdote de Analco
Narraba una persona que vive por la calle de volantín, que le había sucedido algo insólito por el año de 1975.
Cuando venia de un baile (era como la una de la madrugada), y en aquel instante daba vuelta a la calle de Arista para tomar por Belisario Domínguez. “Cuando vi un carruaje tipo diligencia del lado izquierdo de la avenida, que daba la impresión que había salido de la Casa Colorada, de atrás del templo de Analco, tirado por dos caballos, que enfilaba por la calle de Volantín rumbo al poniente”.
Con la poca luz que había, alcancé a distinguir entre los vidrios del carruaje, el perfil del rostro de un sacerdote, iba sentado en el asiento de la parte de atrás del carruaje. El conductor, sentado en la parte alta delantera, llevaba un sombrero de ala ancha negro y en sus hombros daba la impresión que llevaba echado un sarape negro con una raya blanca en los extremos, fue lo que alcancé a percibir. Al momento pensé que seria algún carro de desfile que habían hecho por la mañana de aquel día.
Otro día a la hora de desayunar les platiqué a mis familiares que había visto un carruaje del desfila por ahí por el jardín Juárez. Y me dijeron no vimos ningún carro igual al que tú dices, nosotros fuimos al festejo. Entonces pensamos que seria el carruaje del sacerdote de Analco y desde aquel día he tratado de volver a ver; me venía tarde a mi casa y jamás he vuelto a ver nada.
Cierto día llegaron a la parroquia de San Juan Bautista de Analco, como aquello de las 9 de la noche, unos indígenas solicitando con mucha urgencia a un sacerdote para que lo acompañara y fueran al pueblo del Tunal, con el fin de ayudar a bien morir al padre de uno de ellos que se encontraban en articulo de muerte y solicitaba su presencia.
Aquella noche era muy fría y lluviosa, la cual caía muy menudita. El cura sintió pereza, alegó estar enfermo con un fuerte dolor de cabeza y se negó abandonar el lecho donde descansaba, les dijo que iría el día siguiente. No lo conmovieron los ruegos de aquellos indígenas que le pedían los acompañara en nombre de Dios, al recibir aquella negativa, los indígenas muy tristes emprendieron el regreso a su pueblo, con la esperanza que otro día fuera el sacerdote a su padre.
Al llegar y comunicarse que no lo llevaban, la tristeza abrevió la muerte al enfermo. Aparentemente no había pasado nada. A los tres años aquel sacerdote murió. Y algunos años después la Villa de Analco se estremecía por las noches, por los ruidos que se escuchaban de ruedas de carruajes que pegaban con las ruedas que pegaban con las piedras por la calle de Volantín. Más de una vez los vecinos de esa calle salieron a ver quién producía los ruidos y no era nadie.
Y fueron algunos trasnochados que después de las doce de la noche, llegaron a ver un carruaje tipo diligencia, desplazarse en loca carrera por la calle de Volantín con rumbo al poniente; algunas personas lograron ver que doblaba hacia el sur por las calles de las “carretas”, así conocida en aquellos entonces a la hoy calle de José María Morelos.
Fue cuando se pensó que seria el carruaje del sacerdote que iba al pueblo del Tunal a cumplir con la misión que no cumplió en vida. Las personas que le narraron esto a don Everardo, le dijeron que era unos carruajes tirados por dos briosos caballos negros que salía de la parte de atrás de Analco.
Algunos que llegaron a ver la carroza de cerca, le comentaron que en su interior se veía a través de la ventana, el rostro de un sacerdote cadavérico y que aquello no era otra cosa que el alma del sacerdote del templo de San Juan de Analco que se dirigía al Tunal. Fuente: Mitos y Leyendas de Durango.
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